lunes, 8 de octubre de 2007

POR FAVOR ¡¡¡¡ DEJEN JUGAR !!!

Este comentario de opinión fue previamente publicado en la revista "El Sur" de la ciudad de Río Cuarto.



Los fines de semana suelen ser momentos de novedades complejas en el escenario del deporte más popular: el fútbol. Conductas que rayan la irracionalidad: peleas entre “barras bravas”, insultos generalizados entre fanáticos que llegan al paroxismo, violencia verbal entre jugadores y dirigentes, apenas son notas que ponen en los principales títulos informativos un lugar poco agradable para el deporte.

En ese contexto, preguntarse por la violencia generada en el fútbol puede pecar de una insistente ingenuidad, máxime cuando quienes tienen que dar respuestas entienden, sin ruborizarse, que este deporte es principalmente un negocio muy rentable.

¿Acaso esta situación también debe ser trasladada al fútbol infantil para entender las diversas actitudes y conductas producidas por quienes acompañan a los niños en la práctica deportiva?

Una primera respuesta podría inducir a señalar que el fútbol infantil es parte de un engranaje mayor basado en la competencia por alcanzar “logros” permanentes. Pero esto es poco significativo cuando lo que hay detrás de la pasión son anhelos de personas que por diversas razones intentan satisfacer sus inquietudes, necesidades y proyecciones a partir de chicos que ponen el “alma” para dar lo mejor en el terreno de juego.

Y aquí la cuestión es profundamente diferente de la simple contemplación de juego. Los niños se convierten en potenciales satisfactores de economías familiares; de sueños troncados de otras personas; de futuros proyectados en el presente; de negocios para algunos. Son, en última instancia, un objeto-valor potencial que debe ser estimulado hasta el hartazgo.

Porque justamente, lo que olvidan dirigentes, familiares y quienes pueden hacer negocio con los pibes es que los que corren en la cancha están empezando a “correr en la vida” y es la construcción y proyección de ella la que está en juego, que no necesariamente pasa por edificar un hombre basado en el “éxito” constante, sino un ser social capaz de dar respuestas a sus propias inquietudes y con ello a la sociedad toda.

Vivimos atravesados por el furor individualista de que sólo la “fama” (y muchas veces, el dinero) nos devuelve las cualidades y atributos de persona; no obstante, ese presente permanente llevado muchas veces a un altar sagrado por los medios de comunicación, impide reconocer que el deporte es juego y que las pasiones desenfrenadas no permiten edificar una sociedad tolerante.

La responsabilidad de familiares, dirigentes e hinchas no debería generar un influjo de presiones a quienes quieren y deben divertirse con el fútbol: los chicos. ¡¡¡Por favor, dejen jugar¡¡¡ la sociedad tendrá mejores hombres y mejores ciudadanos si la imaginación gambetea a la insistente intolerancia deportiva. Depende de todos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es cierto, los chicos deben dedicarse a recrear el mundo desde la imaginación, apelando a lo lúdico como elemento principal de su cotidianeidad. Saludos y felicidades por el Blog